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David Grossman construye una novela feroz y tierna a la vez, una pieza espléndida en la que un hombre de mediana edad subido a un miserableescenario es capaz de convertir un antro en un Gran Cabaret: elcabaret de la vida.Estamos en Cesarea, una localidad costera deIsrael, y un hombre sube al escenario de un cabaret, peque?o y llenode humo. Se llama Dóvaleh. Su cuerpo es poco más que piel y huesos,viste unos pantalones remendados y una camisa mediocre, pero unostirantes rojos y las enormes gafas de concha negra le distinguen.Entre el público asoma un juez jubilado que había compartido con él laadolescencia y que ahora vive solo, resignado a la muerte de la mujerde su vida. El hombre escucha, el cómico habla, gesticula... Al ratose acaban los chistes y empieza la evocación de los días en que losdos jóvenes paseaban juntos al salir de clase. En el escenario desfila la vergüenza de Dóvalech por sus orígenes humildes, con un padrebarbero que intentaba mantener a la familia a base de trapicheos, y la figura de la madre adorada. El juez empieza entonces a recordar: depronto las ganas de escribir llenan de notas las servilletas que tiene a mano, y entre palabras y miradas el pasado llega al presente.Allíestá el dolor de dos hombres y de un pueblo entero que se obstina enmirar el mundo cabeza abajo. Es espectáculo acaba, pero la vida siguey la ironía nos ayuda a caminar.Rese?a:«Cualquier cosa que toque Grossman, de la más trágica a la más vulgar, se convierte en poesía.»Wlodek Goldkorn, La Repubblica