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Todo canon implica una antología y toda antología propone un canon.Pero inmediatamente surge la pregunta de quién construye el canon ypara qué. No hay un solo canon, como es lógico, aunque se hayaempe?ado en ello la elegía conservadora de Harold Bloom, sino unapluralidad de cánones, como hay una pluralidad de lectores que enrealidad son electores. Leer supone, siempre, elegir, seleccionar.Cualquier lector es ya un antólogo, tiene su propio canon, lomaterializa en cada acto de lectura y lo despliega en su bibliotecapersonal. Hay, con todo, lectores que eligen por y para los demás,lectores que Todo canon implica una antología y toda antología propone un canon. Pero inmediatamente surge la pregunta de quién construye el canon y para qué. No hay un solo canon, como es lógico, aunque sehaya empe?ado en ello la elegía conservadora de Harold Bloom, sino una pluralidad de cánones, como hay una pluralidad de lectores que enrealidad son electores. Leer supone, siempre, elegir, seleccionar.Cualquier lector es ya un antólogo, tiene su propio canon, lomaterializa en cada acto de lectura y lo despliega en su bibliotecapersonal. Hay, con todo, lectores que eligen por y para los demás,lectores que componen antologías, esto es, conjuntos de textos en losque tanta importancia tiene lo seleccionado como lo excluido. Apuestan por un canon, si se trata de una antología programática, fundacional, de grupo o de generación, o bien fijan y depuran un canon, si setrata de una antología panorámica, concebida como una herramienta dela historia literaria.El problema viene cuando, como ocurre en el famoso y polémico libro de Bloom, se distingue radicalmente entre estética e ideología, cuandose nos ofrece, presuntamente, un canon literario y nada más queliterario, y además con pretensiones de validez universal, al menos en eso que llamamos Occidente. Como la literatura o la Teoría de laliteratura no son un lugar puro y ajeno a la lucha ideológica, lasvoces discrepantes de Bloom, las mis- más que provocaron su elegía alcanon occidental, han venido hablando de la conveniencia dedesmoronar, abrir o deconstruir el canon.Más que este tipo de estrategias que se basan en el «resentimiento» yelaboran un canon para cada minoría, actitud muy legítima por otraparte, interesa sin embargo proponer cánones complementarios delpuramente literario, cánones selectivos que asuman su naturalezaparcial y variable y que a la vez muestren la historicidad de laliteratura. De aquí la oportunidad de preguntarse por un canon delcompromiso.Si las antologías son fábricas de capital literario, si son propuestas de canonización, ?hasta qué punto ofrecen un resquicio al compromisopoético? ?Cómo negocia la política estética que pone en juego todoantólogo con la noción de compromiso? ?Hay antologías que se organizan exclusivamente o mayoritariamente a partir del compromiso de lospoetas? ?Cómo articulan la poesía con la sociedad y la historia? ?Pordónde comenzar a construir un canon de las antologías poéticas delcompromiso? ?Qué puede aportar el estudio de las antologías poé ticasdel siglo XX y comienzos del XXI a la historia de nuestro canonliterario? ?Y a la historia del compromiso en la poesía espa?olacontemporánea? Son demasiadas preguntas quizás, pero el lector de este libro tiene derecho a hacérselas, como el obrero de aquel poema deBrecht que acaba precisamente así: «Una pregunta para cada historia».