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A finales del siglo XIX y principios del XX, las bicicletas eran el medio de transporte más moderno que existía. El automóvil aún no había sido inventado, de manera que la aparición de aquella ligera máquina de dos ruedas por calles y carreteras se convirtió en un fenómeno social. Era el "vehículo del futuro", avanzaban los más entusiastas, el vehículo definitivo. En Cataluńa, el culto a la bicicleta fue abrazado por personalidades artísticas como Ramon Casas, Utrillo o Pere Romeu, y por empresarios y políticos como Claudi Rialp o Alejandro Lerroux. La vida al aire libre, en contacto con la naturaleza, la posibilidad de desplazarse libremente en un vehículo de uso individual, sin depender de diligencias, trenes o carromatos, permitió a esos hombres descubrir el placer del viaje. El deporte ciclista tuvo un auge extraordinario. Por toda Cataluńa se construyeron velódromos e, imitando lo que sucedía en Francia, en 1911 se organizó una carrera que emulaba el ya entonces famoso Tour. La "Volta Ciclista a Catalunya" acababa de nacer, una carrera que ha perdurado hasta nuestros días, convirtiéndose en la tercera prueba por etapas más antigua del calendario internacional. Este libro narra, en su primera parte, la historia de aquells pioneros que, con más coraje que conocimientos, se aventuraron a recorrer unos caminos siempre polvorientos o enfangados en busca de nuevas experiencias. La segunda parte del libro es más personal. Trata de la crónica de la singular experiencia vivida por el autor recorriendo, 90 ańos después y con una bicicleta de carreras de la época, el mismo itinerario de la primera "Volta a Catalunya" de 1911.